mayo 24, 2010
u.u
Hablamos de vez en cuando, a pesar de que hace un par de meses nuestras cuerdas vocales dejaron de acariciarse, no sé por qué. Optamos por la magia de las pupilas a distancia, elegimos otro tipo de contacto, más profundo, quizás. No hay certezas en nuestros silencios, sólo miradas que gritan, que aniquilan, que me arañan el alma. Todo es descontrol cuando es sábado y está de noche, cuando nos dejamos llevar por movimientos esporádicos e intentamos evadir la tristeza. Y ahí estamos nosotros, necios adolescentes del montón, mirándonos de casualidad entre la gente. No hay palabras, no hay sonrisas, sólo la oscuridad de un pasado que entre esquinas y ternuras parecía querer que vayamos de la mano. Conmigo no necesitas palabras, tampoco aparentar, lo sé, estás triste, puedo sentirlo, porque la vida fue injusta con vos me lo contaste aquella madrugada cuando me pedías que me mantenga lejos y, al mismo tiempo, que vaya a rescatarte. Tranquilo, te dije ya no soy aquella, ya crecí bastante, ya asumí, ya entendí, no me voy a acercar sólo si me prometes que vas a volver a sonreír. Nunca pretendí más que verte feliz mi amor aunque te extrañe horrores.
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